26 de mayo de 2015

Testament of youth, las memorias de Vera Brittain durante la IGM


Llevaba tiempo queriendo ver esta película, sobre todo a raíz del interés que ha despertado cada detalle de la I Guerra Mundial a raíz del centario de su comienzo el año pasado. Mi interés fue aún mayor al comprobar que se trataba de la adaptación cinematográfica de las memorias de Vera Brittain, escritora y pacifista inglesa, quien plasmó en una obra titulada Testament of youth sus recuerdos sobre la Primera Guerra Mundial.

Brittain era una muchacha de buena familia inglesa. Nació en 1893 en Newcastle-under-Lyme y tuvo una vida más o menos acomodada y tranquila. Tuvo una buena educación, lo que le llevó a tener unas inquietudes que iban más allá del simple matrimonio. Pese a las reticencias de su padre, logró ingresar en el Summerville College de Oxford para estudiar Literatura Inglesa; no obstante, se vio obligada a retrasar sus estudios para ejercer como enfermera voluntaria tras el estallido de la guerra. No fue una experiencia fácil y Vera tuvo que trabajar muchísimo. Sufrió enormemente y no solo porque fuera una persona extremadamente sensible, sino también porque a lo largo de la misma experimentó la pédida de numerosos seres queridos. A los cuatro meses de la boda murió su prometido, Roland Leighton, poco después murió su amigo de la infancia, Victor Richardson y, casi a final de la guerra, murió su hermano Edward Brittan, con quien tenía una relación muy cercana. Al finalizar la misma, Vera retomó sus estudios en Oxford, sin embargo le costó trabajo adaptarse a la vida tras la guerra, sufriendo lo que hoy denominaríamos un trastorno por estrés postraumático. Pese a ello logró graduarse y con sus obras homenajeó a todos aquellos quienes habían dado su vida por una guerra que ella consideró injustificada. Tras ello se convirtió en defensora de la paz.


Vera Brittain con su uniforme de enfermera voluntaria, 1915

Testament of youth (película) recoge, por tanto, las memorias de Vera, plasmadas en su obra de título homónimo. Estas comienzan en el periodo anterior de la guerra, unos meses antes, en el que se muestra a Vera, a su hermano y sus amigos disfrutando de una vida cómoda y tranquila, sin apenas preocupaciones. Se trata de unas escenas en las que el espectador puede apreciar esa imagen de un grupo de jóvenes que tienen toda una vida por delante, quienes no saben que sus vidas se verán truncadas por la guerra. De hecho, apenas se hace mención de la posibilidad del estallido de la misma pese a que estaba en el aire desde hacia mucho tiempo. Tanto Vera como su hermano y sus amigos eran ajenos a esa realidad, lo que hizo que el impacto fuera aún más grande. La película continúa narrando el inició de la relación romántica entre Vera y Roland, y su ingreso en la Universidad de Oxford. Tras ello la guerra estalla y los hechos se precipitan, Roland es de los primeros en alistarse e ir al frente, Vera renuncia a sus estudios y se inscribe como enfermera voluntaria y poco a poco empiezan a sucederse las pérdidas y la tristeza de la protagonista. La cinta abarca, por tanto, todo el periodo bélico y culmina tras el estallido de la misma y en el inicio de la carrera de Vera como pacifista.

Pese a que el tráiler parece vender que la película narra principalmente una historia de amor, lo cierto es que el romance entre Vera y Roland no es más que uno de las muchos sucesos que recoge la película. Al tratarse de una adaptación cinematográfica de las memorias de esta, la cinta va más allá de la mera historia de amor pese a que esta tuvo una gran importancia en la vida de Vera. No, la película no es una historia de amor, es la narración de lo vivido por Vera durante el conflicto. Esto hace que sea una película cargada de emociones, a lo que contribuye el magnífico trabajo de Alicia Vikander en la piel de Vera, una actriz a quien ya había visto trabajar en la película de  Royal Affair, comentada en este mismo blog. Su trabajo en esta cinta, al igual que la otra mencionada, es excelente y cumpliendo de manera magnífica la responsabilidad de llevar a cabo un papel protagonista casi único, pues el peso de la historia recae sobre ella. Alicia ha sabido transmitir de manera sobresaliente todo el sufrimiento que experimentó Vera a lo largo del conflicto, y no lo hace de forma sobreactuada sino contenida. La misma contención que mostró, quizás, Vera hasta que no pudo más y estalló. La actuación de Alicia no deja indiferente al espectador más sensible, que no puede evitar sentir una profunda compasión por la protagonista. He de admitir que al final del film me sentía totalmente destrozada y me preguntaba cómo había podido Vera soportar tal cantidad de sufrimiento. El resto del reparto no ejerce más que un papel muy secundario, aunque es absolutamente maravilloso, pues cuenta como Emily Watson, Dominic West, Taron Egerton (Ahora conocido por su papel en Kingsman), o Miranda Richardson. El único punto débil es Kit Harington como Roland, pues su trabajo pese a ser bueno no es destacable. 

Lo más interesante de la cinta, en mi humilde opinión, es que muestra los hechos del conflicto desde otra perspectiva. Generalmente las películas y los libros sobre la I Guerra Mundial suelen hacer referencia a las trincheras o a los movimientos diplomáticos, pocas hay, al menos que yo conozca, que hagan referencia a aquellas mujeres que tomaron parte activa en el mismo (como enfermeras voluntarias), o aquellas que se quedaron en casa mientras sus maridos, hijos o prometidos morían al otro lado del canal. El testimonio de Brittain es una ventana abierta a esa perspectiva y muestra algo mucho más interesante: que las mujeres también sufrieron, también tuvieron dificultades para acostumbrarse a una vida sin guerra, que vieron como toda una generación de hombres iba poco a poco reduciéndose, casi desapareciendo. Las memorias de Vera contribuyen, por tanto, a dar una visión más global de lo que fue el conflicto y de lo que significó para muchas mujeres de aquella época.

En definitiva es una película que me ha gustado muchísimo, con la que he sufrido bastante, pero que me ha animado a saber más sobre Vera Brittain. Sin duda, me acercaré a sus memorias y las leeré porque deben ser realmente fascinantes. Os dejo el tráiler de la película por si os interesa:






17 de mayo de 2015

Mujeres científicas (III): Maria Sibylla Merian y el negocio de los bichos

Maria Sibylla Merian por Jacobus Houbraken (1700)


Maria Sibylla Merian nació en Frankfurt en 1647; era hija del artista y grabador Matthäus Merian el viejo. En el taller de su padre aprendió las tecnicas de la ilustración: dibujo, mezcla de colores, grabado de planchas de cobre. Desde los trece años, Maria actuó de manera informal como aprendiza de su padrastro, el pintor Jacob Marel (Su padre murió cuando ella tenía tres años) y con el aprendiz de su padrastro, Joachim Sandrat. Merian recibió, por tanto, una buena formación en dibujo y en pintura de toda clase de flores, frutas y pájaros, y en particular de gusanos, moscas, mosquitos y arañas.

Curiosamente, fue su formación en este arte la que dio a Merian entrada en la ciencia; el valor primordial de sus estudios de insectos se derivaba de su capacidad para captar con gran precisión de detallle lo que observaba. En los comienzos de la ciencia moderna, habitualmente, las mujeres hacían las veces de observadoras e ilustradoras. El éxito de una mujer como ilustradora se basaba en parte en su capacidad para adaptar a un nuevo campo las habilidades en las cuales las mujeres destacaban.

La educación de Merian se ajustó al modelo típico de la hija de un maestro de gremio, es decir, la hija formada como aprendiza de su propia casa. En 1665 Merian se casó con Johann Graff, uno de los aprendices de su padrastro, y la pareja se trasladó a Nuremberg. Aunque los dos eran pintores, Merian no trabajó como socia en el negocio de su marido, sino que fundó el suyo propio: la venta de finas sedas, satenes y linos que había pintado con flores de su propio diseño. Merian, además, reunió en torno suyo a un grupo de alumnas que eran al mismo tiempo sus ayudantes y aprendizas. 

Merian inició su carrera científica con la publicación en 1679 de su Maravillosa Metamorfosis y Especial Nutrición de la Oruga, un libro que aprehendía en imágenes la transformación de la oruga. Un estudio que surgió como consecuencia de años de observación e investigación. Su segundo libro, Neues Blumenbuch, lo publicó en 1680. Se trataba de un libro de flores, trazadas al natural, que proporcionó diseños para pinturas y bordados a los artistas gremiales. 


Ilustración 38 del Metamorphosis Insectorum Surinamensium

Tras doce años en Nuremberg, Merian regresó a Frankfurt en 1682 para cuidar de su madre, que había enviudado recientemente. Hasta entonces, Merian había vivido con su marido. En 1685 o 1686 lo abandonó y reclamó su nombre de soltera. Los periódicos de la época dijeron que Merian había dejado a su esposo después de veinte años de matrimonio a causa de los vergonzosos vicios de él (no se dicen cuáles). Una edición posterior del mismo periódico retiró esta información, insistiendo, por el contrario, en que la culpa de la separación la tenía Merian. Según esta, y posteriores noticias, Merian dejó a Graff a causa de cierto "capricho" y se trasladó con sus dos hijas a la comunidad labadista, una comunidad religiosa experimental. Según se afirmó, Graff acudió a la colonia labadista en un intento de hacer que Merian y sus hijas volviera a Nuremberg con él. Merian, sin embargo, se negó y Graff elevó el asunto a las autoridades de la ciudad. Merian fue públicamente censurada; al no responder, se otorgó a Graff la libertad para volverse a casar. 

La comunidad labadista empezó a disolverse en 1688; en 1691, Merian, tras la muerte de su madre, renunció a sus derechos cívicos en Frankfurt y se trasladó a Amsterdam donde se mantuvo junto con sus hijas haciendo el mismo trabajo que había hecho en Nuremberg. Al mismo tiempo, prosiguió su labor de ilustración científica, preparando, por ejemplo, 127 ilustraciones para una traducción francesa de la Metamorphosis et historia naturalis insectorum de Joanes Goedaert.

En 1699, a los cincuenta y dos años, Merian y su hija Dorothea zarparon rumbo a la colonia holandesa de Surinam para continuar las investigación de la primera sobre los insectos. Merian estuvo dos años recogiendo, estudiando y dibujando insectos y plantas de la región: reunía espécimenes en las primeras y frescas horas del día y los preparaba por la tarde. A su regreso a Amsterdam, Maria Merian empezó a trabajar en su principal obra científica, la Metamorphosis insectorum Surinamensium. En sesenta ilustraciones, Merian detalló los ciclos vitales de diversas orugas y gusanos y lombrices, polillas, mariposas, escarabajos, abejas y moscas. Una verdadera obra empírica. Además de mostrar la reproducción y el desarrollo de los insectos, las ilustraciones de Merian revelaron a Europa plantas nunca descritas ni dibujadas con anterioridad. Los entusiastas consideraron esta obra como "rara". 

Merian dejó huella en la entomología. Se ha dado su nombre a seis plantas, nueve mariposas y dos escarabajos. La Metamorphosis tuvo un gran éxito. Fue elogiada por multitud de eruditos, incluso por el zar Pedro I de Rusia. La independiente Merian, que escribió extensamente sobre su vida y su tiempo, pidió pocas disculpas por su sexo y sufrió escasas críticas el tipo al que tantas veces se enfrentaban las científicas, al menos mientras vivió. Su obra siguió gozando de popularidad durante todo el siglo XVIII y hasta bien entrado el siglo XIX.

2 de mayo de 2015

El rinoceronte y el megaterio (II)



Hablábamos en una entrada anterior sobre el interesantísimo "ensayo de morfología histórica" de Juan Pimentel. En esa primera entrada, además, hacíamos un breve resumen sobre la primera parte del libro dedicado a la histora de Ganda. el rinocernote que viajó de África a Portugal y de Portugal a Italia. Esta segunda entrada lo dedicaremos a la segunda parte del libro, donde se cuenta la maravillosa historia del megaterio.


II. Un extraño cadáver

I. Quimera.  Relata el viaje, embalado y repartido en siete cajas, de América a La Coruña y de ahí a Madrid de los huesos del extraño cadáver. Fueron encontrados en la barranca del río Luján, una de las numerosas arterias fluviales del río de La Plata, a 13 leguas de Buenos Aires. Eran los restos fosilizados de un ser misterioso cuya identidad tardó en ser revelada, "una bestia que pronto capitalizaría intensas polémicas donde se cruzarán, como veremos, la ciencia y la religión, la política y la simbólica, el patriotismo y la emergencia del tiempo y la vida" Fueron encontrados en los primeros meses de 1787 cuando Francisco Aparicio, alcalde de la Villa de Luján, tuvo noticia de que allí cerca estaban aflorando unos huesos de grandes proporciones. Un erudito amateur, un fraile dominico llamado Manuel de Torres, terminó de desenterrar el esqueleto el 29 de abril de 1787. Tras comunicárselo al alcalde, exigió la presencia de un dibujante para que lo plasmara en papel antes de moverlo, con el fin de que se facilitara las posteriores tareas de reconstrucción. Los huesos fueron embalados y llevados a Buenos Aires, donde fueron nuevamente dibujados por un oficial cartógrafo de origen portugués llamado José Custodio Sáa y Faria. Sus dos dibujos acompañaron al esqueleto en su viaje a España; uno de ellos representa las "Partes del esqueleto con sus dimensiones" mientras que el otro es el resultado de la primera reconstrucción del esqueleto. Este último inspiró y guió su montaje real en el Real Gabinete en Madrid meses después. Esta reconstrucción tiene más mérito del que en un principio pudiera parecer. Hay que tener en cuenta que se trataban de unos huesos que pertenecían a un animal totalmente desconocido, por lo que montarlo fue el primer reto al que hubo que enfrentarse. 

Se trataba de un animal enigmático, de un tamaño extraordinario, con una cabeza que resultaba portentosa tanto por su dimensión como por su morfología, con dos poderosas mandíbulas en las que encajaban unos dientes anchos con forma de molares. A ello había que añadir que las extremidades estaban rematadas por unos pies cuyos dedos finalizaban en una suerte de garras ¿Un herbívoro con garras de carnívoro? ¿Un felino del tamaño de un paquidermo? "Su primera apariencia fue la de una quimera". 

Dientes y garras encerraban una gran paradoja. Llegó a acariciarse una posibilidad muy remota: que fueran los restos de un gigante. Un error, por otro lado, muy habitual ya que desde la Antigüedad los restos óseos de grandes vertebrados extintos habían sido interpretados con frecuencia como los de unos supuestos antepasados humanos gigantes. América en su conjunto había sido una tierra fértil para este tipo de hipótesis y leyendas. Asimismo, en el siglo XVIII, la gigantología patagónica estaba conociendo uno de sus momentos culminantes debido al apogeo de las tesis sobre la existencia de gigantes peadmitas, una raza de hombres anteriores al diluvio. Sin embargo, nada más extraer el esqueleto de la barranca del río Luján quedó claro que no podía ser de un hombre. Aquellos huesos no eran de un gigante, ni pertenecían a individuos de especies diferentes. Pese a esta conclusión, el misterioso animal tenía una naturaleza (gran tamaño y extraña morfología) que lindaba con la de un ser prodigioso o un portento. No hubo quien lo calificó como un monstruo y, efectivamente, era un monstruo en tanto que se trataba de un ser anómalo, una desviación, una irregularidad de la naturaleza y, por lo tanto, un hecho singular y excepcional, capaz de suscitar asombro y revestir gran interés científico al mismo tiempo.

Los restos del animal llegaron a Madrid en septiembre de 1788 y fue entonces cuando se inició el proceso de identificación que llevó, en cierta manera, a su desmitificación. No obstante, fue precisamente en el Real Gabinete de Historia Natural donde fue clasificado como "el monstruoso esqueleto" o "el gran monstruo del río Luján". En el Gabinete fue montado y dibujado por el ya mencionado Bru de Ramón, dibujos que fueron grabados e incluidos en Descripción del esqueleto de un cuadrúpedo muy corpulento y raro, que se conserva en el Real gabinete de Historia Natural de Madrid  (1796) de José Garriga. No obstante, el montaje realizado por el disecador y taxidermista fue totalmente erróneo e incluso forzado (se serraron huesos, se rellenó con corcho lo que no encajaba, etc.), creándose un animal cuadrúpedo similar al de una mula. Fue, además, retratado por aquel con argumentos retóricos procedentes de la cultura de la admiración  y el prodigio, como bien puntualiza Pimentel, es notable el peso de la literatura teratológica.

Megaterio. Juan Bautista Bru y Manuel Navarro, Lámina I, publicada en Garrida, J.: Descripción del esqueleto de un cuadrúpedo muy corpulento y raro, que se conserva en el Real gabinete de Historia Natural de Madrid  (1796).

II. Huesos. En este segundo capítulo Pimentel narra el proceso de identificación del misterioso animal. Los huesos fosilizados de este monstruo fueron difícil de clasificar. En la tarea de identificación fueron imprescindibles los dibujos y los grabados que se introdujeron y circularon entre la comunidad científica europea. Los intentos de identificación de esos huesos se produjo cuando la osteología zoológica y la paleontología de vertebrados estaban en el ojo del huracán. El identificador fue Georges Cuvier quien, gracias a las copias de los grabados de Bru que Roume envió al Instituto de Francia en Paris a principios de 1796, pudo resolver el misterio de su identidad en un informe que fue publicado en el Magasin Encyclopédique en 1796. En el proceso de identificación Couvier no se dejó arrastrar ni por el lugar donde había sido exhumado, ni se dejó impresionar o confundir por el tamaño, simplemente concentró toda su atención en las formas y resolvió la paradoja de su dentición y sus garras discordantes empleando sus conocimientos sobre otros vertebrados y aplicándolos al caso, es decir, mediante la analogía y la extrapolación. Su conclusión fue la de que los huesos pertenecían a un animal desaparecido y lo ubicó entre los perezosos (por la forma de sus cráneo) y los armadillos (por su dentadura) y, finalmente, se atrevió a bautizarlo: primero como Megatherium Americanum y, después, como Megatherium fossile. En todo este proceso de identificación hay que añadir, además, que Cuvier no fue el único que lo realizó: personajes como Thomas Jefferson, que a finales del siglo XVIII vivía en París, también mostró interés por el Megaterio, aunque por razones totalmente diferentes: la exaltación de la naturaleza americana. 


III. Fósil. En este tercer capítulo Pimentel ensalza la figura de Cuvier y la importancia de su trabajo en el estudio de la fauna extinta. La importancia que fue adquiriendo los trabajos sobre animales desaparecidos y presentes, las reflexiones sobre el pasado y el presente de la tierra. En el siglo XVIII empieza a haber un interés cada vez más creciente por la historia de la tierra y de los seres vivos, se presta atención a los fósiles y a su naturaleza, al origen de los mismos y a lo que la tierra escondía en su interior. El Megaterio fue visto como un conjunto de huesos fosilizados y fue el punto de salida hacia lo que hoy conocemos como paleontología. En este capítulo Pimentel hace un análisis a la evolución de esta ciencia en la Ilustración y, muy especialmente, sobre la historia del Megaterio tras Cuvier que concluye con Richard Owen, ya en el siglo XIX, quien dio forma definitiva al Megaterio como un ser alejado del monstruo cuadrúpedo inicial, sino cercano al bipedismo ocasional cuyo fin era poder llegar a las ramas de los árboles de cuyas plantas se alimentaba y es así, sobre sus dos patas traseras, como aparece representado en los grandes museos de Historia Natural de Londres y París. En España se ha decidido por seguir mostrándolo cuadrúpedo.

Megaterio en la actualidad. Museo de Ciencias Naturales de Madrid. 

Fuente:

Pimentel, Juan: El rinoceronte y el megaterio, un ensayo de morfología histórica, Madrid, Adaba editores, 2010.