22 de octubre de 2013

Monstruos en "Espejos de príncipes y cavalleros"

Portada Amadís de Gaula


Las novelas de caballerías fueron un genero literario que gozaron de una gran popularidad en el siglo XVI y una gran difusión, ya que si no todo el mundo podía tener un libro si que podían acceder a las historias a través de lecturas colectivas. Este tipo de literatura se organiza con lo que se conoce como ciclos o subciclos. Entre los ciclos mayores encontramos la obra más representativa de este tipo de género: Los cuatro libros de Amadís de Gaula, seguida de Las sergas de Esplandián, Palmerines, Espejo de Príncipes y Cavalleros.


Generalmente, este tipo de novelas caballerescas solían tener una sinopsis muy sencilla. Un caballero, protagonista de la historia, debía enfrentarse a todo tipo de aventuras para combatir la injusticia y poder estar con la dama que amaba. Obviamente, la historia estaba cargada de muchos tipos de valores como el honor, el amor puro, la dama virginal, e incluso elementos religosos. La trama de Espejo de Príncipes y Cavalleros se adapta a este esquema sencillo que he expuesto, dos hermanos gemelos -el caballero del Febo y Rosicler- separados al nacer se ven envueltos en todo tipo de aventuras antes de reunirse el uno con el otro y con sus padres, aparte cada uno de ellos tiene una dama cuyo corazón deben ganarse de una manera justa y honrada. 

Las aventuras a las que se enfrentan los caballeros suele tener siempre un antagonista. En la mayor parte de las ocasiones éste es un monstruo, un ser que no se puede incluir dentro de lo "normal" bien por exceso de estatura, por exceso de fealdad, por exceso de maldad, etc. El monstruo por excelencia es el gigante que representaba lo salvaje, lo brutal, la maldad, etc. Un gigante que actua siempre de manera injusta, movido a veces por la ambición, por la venganza o simplemente por el deseo de hacer el mal. En Espejo de Príncipes y Cavalleros el gigante aparece en numerosas ocasiones y se enfrenta tanto al Caballero del Febo como a Rosicler, aunque siempre perdiendo en cada uno de las batallas. He aquí un ejemplo del Lib. I Cap. XXX en la que Rosicler se enfrenta a un gigante que ha secuestrado a una dama, la descripción del terrible jayán resalta todos sus defectos que no son sólo físicos, sino que se adecúan a la falta de moral del monstruo:

"Que como mirassen por lo que era, a poca pieça vieron venir al lado de la nao un que ellos ivan un pequeño batel, en el qual venía un jayán salvaje, lleno de muy gruesso y espesson pelos todo el cuerpo, y tan fiero y espantoso que gran pavor en cualquiera animoso cavallero pusiera. En la una mano traía un ñudoso y aferrado bastón, tan pesado que otro que fuerça menos quél tuviera no lo pudiera levantar. Y en la otra traía una donzella hermosa, asida por los cabellos, y la cara toda ensangrentada, dándole grandes golpes con los pies y con el bastón"


Y si bien el gigante es el antagonista por excelencia, no es el único monstruo que hace acto de presencia en la mencionada novela. También encontramos enanos, generalmente descritos como feos hasta el punto de que eran objetos de burla lo cual no se distinguía mucho al estilo de vida que llevaban los enanos en el siglo XVI. Estos podían encontrarse en la corte en una situación intermedia entre animal y humano, siempre cercano a su dueño quien lo habría recibido como regalo. Los enanos eran como mascotas en manos de, principalmente, los miembros de la corte. En el Lib II. Cap. XXXVII encontramos un párrafo en la que el enano es motivo de chanza:

"Detrás dellos venían dos escuderos enanos, tan feos y pequeños que en todos quantos en la gran sala estavan pusieron grande risa, de los quales el uno traía la falda a la donzella, y el otro el escudo al cavallero, que era muy mayor y más pesado que él. Porque puesto detrás del escudo, ninguna cosa del enano se parescía; antes parescía venirse el escudo en el aire, sin que persona alguna le truxesse".

Por último, un monstruo muy interesante de Espejo de Príncipes y Cavalleros es el que aparece en el Libro III: un monóculo, antropófago, que ladraba. Este monstruo parece recoger detalles de las razas monstruosas que eran situadas en el continente asiático cuyo listado recogió Plinio en Historia Natural. La descripción resulta muy interesante pues no deja de sugerir que los autores de estas novelas tenían cierto conocimiento sobre estas naciones montruosas: 

"Y llegados cerca, vieron un campaña de más de treinta bárbaros, tan grandes que poco para hayanes les faltava. Y cada uno dellos tenía un solo ojo en la frente, tan grande como un mediano espejo, y todos vestidos de unas pieles de ossos y leones y otros animales. Los quales, assentados al rededor de un grande fuego que tenían hecho, tenían asando muchos animales y venados en grandes asadores de palo, y hablando entre ellos una lengua tan estraña y bárbara que los cavalleros, no la entendiendo, les parescían baladros"