26 de julio de 2013

El arte de observar (II)

Instrumentos para la investigación en las expediciones botánicas del siglo XVIII. Entre ellos dos especialmente importante para esta entrada: microscopio y telescopio, dos elementos fundamentales para la observación.

En la entrada anterior explicaba como la "observatio" emergió en el siglo XVI como un género epistemológico triunfal que alcanzó sus primeros éxitos en el campo de la astronomía y la medicina, pero que luego se extendió al resto de las ciencias. Las características del género epistemológico de las "observationes" eran, primero, un énfasis en eventos particulares, testigos de primera mano por un autor reconocido (en contraste a la acumulación de datos anónimos descritos por Cicerón y Plinio como típicas "observationes"); segundo, un deliberado esfuerzo de separar observación de la conjetura y, tercero, la creación de una comunidad de observadores dispersos en el tiempo y en el espacio que comunicaban y unían sus observaciones en cartas y publicaciones.

A partir de la segunda mitad del siglo XVII, las "observationes" dejan de ser un género epistemológico para convertirse en toda una técnica cognitiva esencial para todas las artes y ciencias que se desarrollarían durante ese siglo y el siguiente. Una técnica que fue innovándone en el hacer, el uso y la conceptualización de la observación con nuevos instrumentos como el telescopio, con nuevas técnicas para cotejar y coordinar la información y, sobre todo, nuevas ideas sobre la relación entre la razón y la experiencia. Es, en este momento, cuando se produce la ruptura definitiva entre "experimenta" y "observationes", en la base de que en la primera se intervenía en el curso de la naturaleza para producir un efecto o estudiar unos efectos que podían o no ocurrir en la naturaleza, mientras que el segundo examinaba la naturaleza tal y como se presentaba -con o sin la ayuda de instrumentos-. Aún así los términos tuvieron un divorcio lento e incluso D'Alembert llegó a decir que ambas formaban un círculo sin salida, la experimentación necesitaba de la observación y viceversa.

Desde finales del siglo XVII,  la técnica de la observación empezó a hacerse muy compleja, con procedimientos especiales y llevada a cabo bajo determinadas circunstancias, del tal manera que se pudiera diferenciar de una observación científica de la que no. A finales del siglo, los observadores científicos debían ejercer un cuidado inusual, a veces un cruce de comprobaciones en grupo. Los observadores científicos de los siglo XVII y XVIII eran conscientes de que desarrollaban nuevas prácticas de percepción erudita, atención, juicio y memoria, y herramientas tales como el cuaderno o la lupa eran imprescindibles. Tres elementos eran fundamentales en la labor de la observación:

1. Régimen de repetitiva observación del mismo objeto.
2. Tomar nota. Sin duda alguna, el tomar nota era algo que viene de antiguo, pero tiene su historia y está ligada al desarrollo de las prácticas de observación de la Edad Moderna. Era importante remarcar, describir y recordar lo observado.  3. Prestar atención. Observar fue principalmente un ejercicio de atención, en el caso de los naturalistas de la Ilustración eran muy puntillosos, magnificada y deliberadamente repetitivo.
4. Síntesis y descripción. El resultado de las prácticas anteriores es una avalancha de detalles descriptivos tanto visual como verbal. Tras observar repetitivamente y tomar nota, y prestar atención, el observador debía unir todo esos fragmentos para realizar un mosaico coherente pero no para reconstituir el objeto observado, sino para crear un objeto general. 
A mitad del siglo XVIII, la observación era era practicada, teorizada y celebrada en casi todas las ciencias. La observación requería tiempo y dedicación de quienes la practicaba de ahí que se convirtiera en todo un modo de vida, criticada, en ocasiones, por muchos moralistas que veían como muchos naturalistas sacrificaban a sus familias y su salud por el régimen de observación. Aún así, no se debe entender al observador como un ser antisocial, pues generalmente mantenía contacto sobre todo por correspondencia, pero sí como un ser solitario. 

Bibliografía (se complementa con la anterior entrada):

Daston, Lorraine: "The empire of observation, 1600-1800", en Daston, Lorraine; Lunbeck, Elizabeth (Eds.): Histories of Scientific observation, Chicago y Londres, University of Chicago Press, 2011. Pp. 81-113.

22 de julio de 2013

El arte de observar (I)

Daniela Bleichmar hace uso del retrato de Celestino Mutis como ejemplo de la principal labor del naturalista: observar. En ella el naturalista gaditano hace uso de unas lentes para observar un espécimen muy importante: la mutisia.

Cuando leí el trabajo de Daniela Bleichmar sobre las expediciones botánicas del siglo XVIII, leí algo que en un principio me parecía muy obvio: el trabajo de naturalista era observar. Hoy día tendemos a considerar obvias cosas que tenemos muy conocidas y muy asimiladas, si el naturalista no observara ¿Cómo iba a conocer, analizar y clasificar la naturaleza? Sin embargo, nos sorprendería saber que la "observatio" hizo su entrada en el mundo de las ciencias en el siglo XVI. Hasta entonces se había dado prioridad a la "experimentia" debido a su vinculación con la tradición aristotélica. En el siglo XVI el concepto de "observatio" seguía teniendo dos significados que nada tendría que ver con la labor del naturalista; el primero, vinculado con la observancia (seguimiento de unas reglas), y el segundo, relacionado con la visión atenta de unos objetos u hechos.

La "observatio" aún no entraría en el léxico hasta el siglo XVII, pero su plural: "observationes" empezó a usarse como género epistemológico primero en la astronomía y la medicina y, posteriormente, se expandiría a las demás ciencias. Las "observationes" era una forma distinta y autónoma de escribir, un reconocido género erudito que se convirtió en un fenómeno comunitario, es decir, que se nutría de las observaciones hechas por todos aquellos que formaron parte de la llama "República de las Letras".  Las "observationes" nacieron y se forjaron dentro de una comunidad, de una red horizontal de intercambio entre eruditos, y estaban dirigidas al objetivo de intercambiar y circular información dentro de una gran comunidad. Las "observationes" nacieron por la necesidad de compartir el conocimiento con una amplia comunidad. 

Un gran ejemplo de las "observationes" como género epistemológico lo encontramos en la obra de Johann Schenk: Observationum medicarum rariorum donde en 7 volúmenes recopiló observaciones tanto anatómicas como médicas realizadas por autores antiguos así como contemporáneos. Y no sólo eso, sino que además incluyó sus propias observaciones y de todos aquellos "colegas" con los que se había carteado entre los que se encontraba Joachim Camerarius o Jean Bahuin. Lo que define a esta obra, y al género en general, era el énfasis en la colección y la circulación de un conocimiento observacional, visto como una empresa conjunta que unía el pasado, presente y futuros miembros de una comunidad.

Bibliografía:

Pomata, Gianna: "Observation rising: birth of an epistemic genre, 1500-1650" en Daston, Lorraine; Lunbeck, Elizabeth (Eds.): Histories of Scientific observation, Chicago y Londres, University of Chicago Press, 2011. Pp. 45-80.  

 

La trágica situación del CSIC

Hoy me toca salirme un poco de la línea argumental del blog, no mucho, para hacer una petición. Hace algunos día el blog amigo "Animalis Hispánica" dedicaba una entrada a la situación del CSIC (http://animaliahispanica.blogspot.com.es/2013/07/el-arca-de-noe-arturo-morgado-garcia.html), una situación que si bien se viene arrastrando año, ahora es cuando ha llegado a una situación crítica hasta el punto de que cien directores han comunicado la paralización temporal de los proyectos (http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/07/19/actualidad/1374248993_715702.html). No deja de ser una tragedia que un centro como el CSIC se paralice, la investigación es algo esencial para el desarrollo y la evolución humana, en Historia, por ejemplo, el estudio del pasado nos sirve para conocer el presente y aprender a tener un mejor futuro. La investigación en la Historia es tener presente en la memoria los errores y aciertos del pasado para tenerlos presente en un futuro. 

Desde hace unos días anda circulando por la red una petición en la que se solicita la firma para salvar a esta institución, desde aquí hago la misma petición seas o no del ámbito académico, te dediques o no a la investigación, por favor, gasta dos minutos de tu tiempo en firmar porque, en realidad, la investigación abarca a todos. Para firmar pincha en el enlace: http://www.change.org/es/peticiones/firma-para-salvar-al-csic

17 de julio de 2013

El fin de la visión emblemática.

Ilustración extraída de la obra de Jan Jonston: Historiae naturalis de quadrupedibus libri, cum aeneis figuris, Johannes Jonstonus,... concinnavit. 1657.


Continuando con la explicación sobre la visión emblemática de la naturaleza, en esta entrada toca hablar de su fin. Tradicionalmente se considera la obra del naturalista polaco Jan Jonston (Joannes Jonstonus) como un punto de inflexión en la tradición emblemática. Su Historia Naturalis contaba con todas la ilustraciones de la tradición aldrovandina, sin embargo, el texto que las acompañaba se alejaba mucho de las historias naturales anteriores como las de Gessner o Aldrovandi. Si bien, como dijimos, Gessner le dedicaba 8 páginas al pavo y Aldrovandi 30, Jonston le dedicaría únicamente 2. Su descripción prescindía de los emblemas, los proverbios, la mitología, o los jeroglíficos y se limitaba a describir al animal y a hablar de sus propiedades médicas y culinarias. Jonston, por tanto, rompe con la tradición renacentista que hasta ahora había marcado la producción de historia natural. Se produce lo que se llamada "desencantamiento" o "desimbolización".

Pero ¿Que ha ocurrido para que se produzca este cambio? Asworth habla de tres posibles motivos. El primero de ello es el "encontronazo" con la naturaleza del Nuevo Mundo. En las primeras décadas del siglo XVII aparecen las primeras historias naturales del Nuevo Mundo y, generalmente, se les suele considerar como hijas de la tradición baconiana, es decir, productos de la observación o de la experiencia de aquellos que habían viajado al continente americano. ¡Ojo! Esto no quiere decir que los que las escribieron habían viajado al Nuevo Mundo, sino que basaban sus relatos en historias leídas u oídas de quien si había viajado, esto llevó en muchas ocasiones a procesos de cotejo entre las historias y también entre los objetos traídos del Nuevo Mundo, un buen ejemplo de ello fue toda la polémica creada en torno a sí el ave del paraíso tenía o no tenía patas. Pero sí que es cierto, que estas historias naturales carecían de la tradición emblemática pero no porque hubiera un repentino interés por hacer las historias naturales basadas específicamente en la observación sino porque los animales, la naturaleza en general, den Nuevo Mundo carecía de similitudes, es decir, ningún autor griego había visto a un oso hormiguero o al armadillo. Por lo que las descripciones de estos nuevos espécimenes debían basarse únicamente en lo poco que se sabía o se podía saber: su apariencia física, su hábitat, alimentación, etc.

No todos los autores están de acuerdo con que el Nuevo Mundo cortara o supusiera una ruptura con la tradición emblemática tal y como señala Asworth. Peter Mason en Before Disenchatmen (podéis ver una reseña interesante de esta obra en el siguiente enlace; http://animaliahispanica.blogspot.com.es/2013/07/peter-mason-before-disenchantment-2009.html) rechaza la teoría de Asworth y admite que en las descripciones de la naturaleza del Nuevo Mundo, sobre todo en las descripciones visuales, se seguía manteniendo cierta visión emblemática, cierta mitología y usa como ejemplo varios espécimenes quedando muy claro sobre todo en la descripción del perezoso. Para Mason, la descripción que se hace el perezoso apenas cambia en un siglo y su imagen, reproducía apenas sin cambios a lo largo de los años, seguía siendo muy mitológica y muy poco realista. Coincide en cierta manera con esta idea Brian Ogilvie, para el la Historia Natural exótica supuso un retroceso  o una vuelta atrás en el avance de la historia natural ya que los naturalistas, al no poder observar "lo exótico" más de cerca, debían recurrir a métodos de cotejo y comparación. Según Ogilvie, los propios naturalistas admitían que este método era inferior a la observación pura, pero que estaban a favor de usar cualquier método que les pudiera ayudar a catalogar la naturaleza de la forma más exhaustiva posible.

El segundo motivo que influyó en la quiebra de la tradición emblemática fue la obra de Thomas Browne Pseudoxia Epidemica en 1646 (Título en español; Sobre errores vulgares) que intentaba purgar a las historias naturales de los errores más comunes cometidos y que eran considerados como verdades. El autor se preguntaba si muchas de las historias tales como la que contaba que el Camaleón vivía del aire, eran verdades y si podían ser demostradas. Apelando a los criterios de la razón, experimentación y autoridad evalúa muchas de ellas.

Y, por último, el tercer motivo fue la influencia baconiana. Francis Bacon, a pesar de no haber escrito nunca una historia natural, sí que tenía claro cómo hacerla y pensaba que hasta las ahora publicadas era insatisfactorias pues no mostraban la naturaleza como Dios las había creado, sino como lo había hecho el hombre. Rechazó la tradición emblematica rechazando la idea de que la naturaleza fuera compuesta por una serie de códigos. Aún así Bacon no fue la mayor influencia para la ruptura de esta tradición ya que el desmatelamiento fue anteror e independiente al baconismo.

Para la bibliografía ver la primera parte. 



14 de julio de 2013

The White Queen



The White Queen (La Reina Blanca) es la adaptación televisiva de la novela homónima escrita por Philippa Gregory en la BBCOne. He leído de Philippa Gregory que sus novelas históricas suelen ser bastante fieles a la realidad, sin embargo, es algo que no puedo confirmar por dos motivos, el primero porque no he leído ninguna de sus novelas aunque tengo la de "La otra Bolena" pendiente, y segundo, porque la Historia de Inglaterra no es lo mio, es decir, me gusta, pero no la conozco en profundidad.

La protagonista de The White Queen, y me atrevería a decir de casi todas las novelas de Philippa, es el personaje femenino, en este caso Lady Elizabeth Woodville, criticada por ser hijos de unos terratenientes y por ser plebeya, tras quedarse viuda de John Grey -quien muere en la batalla de Saint Albans- se casa con Eduardo IV de Inglaterra quien había accedido al trono tras ganar a Enrique VI. Su principal enemigo será Lord Warwick, primo del rey, quien se opone fuertemente al matrimonio y conspirará para poner a un nuevo rey en el trono a quien pueda dominar. El contexto de la serie es la llamada Guerra de las Rosas que enfrentaría a la casa de York con Lancaster y que finalizará con la muerte de Ricardo III -quien, por cierto, llegaría al trono tras encerrar a sus sobrinos (hijos de Eduardo) en la Torre de Londres desconociendose hoy día que pasó con ellos- y con el acceso al trono de Enrique VII siendo éste el inicio de la dinastía Tudor.

La serie está bastante bien, me gusta la ambientación y las interpretaciones excepto del rey que parece más un modelo que otra cosa. Pero, en general, está muy bien y, en mi caso, me gusta este acercamiento a esta parte de la Historia. 

Si alguien está interesado podéis encontrarla en el blog de Por Siempre Orgullo y Prejuicio cuyo enlace está en este blog. 

ACTUALIZACIÓN


A raíz de la emisión de la serie "The White Queen" la BBC2 ha emitido un documental en dos partes presentado por la autora del libro, Philippa Gregory, donde cuenta no sólo la historia de Elizabeth Woodville, sino también la de sus rivales en el contexto de la Guerra de las dos Rosas: Anne Neville (hija de Lord Warwick) y Margaret de Beaufort (madre del futuro rey Tudor, Henry VII). Yo he visto ambas partes y he admitir que ha sido un documental muy bueno que explica de manera sencilla un contexto complicado. El título, por cierto, es "The real White Queen and her Rivals". 

11 de julio de 2013

La visión emblemática del mundo

Camaleón en la obra de Conrad Gessner Historia Animalium



Hace dos entradas hacía mención, brevemente, a Asworth y su explicación de la "visión emblemática" del mundo, en esta entrada me gustaría dedicarle algo más de espacio. Como ya dije la "visión emblemática del mundo" era una manera de reproducción de la Historia Natural típica del Renacimiento sobre todo en el periodo de tiempo 1550 y 1560. Se basaba en un modo de concebir la naturaleza como un conjunto de entes  naturales que formaban parte de un lenguaje de símbolos y significados ocultos que era posible descifrar, y de hecho el conocimiento se basaba en aprehender tantos significados como fuera posible. Uno de los mayores representantes de este tipo de Historia Natural fue el naturalista y bibliográfo Conrad Gessner (1516-1565) debido a su historia en 4 volúmenes sobre los animales titulada Historia Animalium (1551-1558). 

¿Qué es lo que hace que la obra de Gessner sea la representativa de este tipo de Historia Natural? Habría que mirar las descripciones de animales que él realiza. Asworth pone como ejemplo al pavo, en su obra Gessner ofrece, en primer lugar, el nombre del animal en diferentes lenguas, a continuación una descripción del mismo basado, principalmente, en fuentes clásicas en la que destaca Aristóteles. Luego habla de la mitología del animal, es decir, de la presencia del pavo en la mitología clásica. Y por último, proverbios, medicinas y leyendas. Por tanto, la descripción de Gessner no es una descripción anatómica ni biológica, sino que su atención se centra en todo ese tipo de vínculos que ligan al pavo con la historia, la mitología, la etimología, etc. 

Todo ese tipo de asociaciones relizadas por Gessner era típico en el pensamiento humanista del Renacimiento donde el peso de los clásicos era muy importante. Tal y como señala Brian Ogilvie en The Science of Describing, el naturalista del Renacimiento se consideraba un restaurador del trabajo iniciado por autores como Aristóteles o Teofrasto, trabajos que habían permanecido en la oscuridad durante la Edad Media. En el caso de Gessner, y otros naturalistas del mismo periodo como Ulises Aldrovandi, a sus trabajos añadieron seis líneas de pensamiento que sería interesante destacar:

1. Jeroglifica. El interés por los jeroglíficos comienza en el siglo XVI cuando la obra de Horapolo, Hieroglyphica, fue descubierta. Era, esencialmente, un diccionario de símbolos, especialmente de animales que fascinó a los naturalistas del Renacimiento que veían a la naturaleza como un lenguaje de símbolos.

2. Anticuaria. Existió en el Renacimiento una fascinación por las antigüedades, sobre todo por las monedas y las medallas. En el siglo XVI aparecen los primeros tratados sobre numismáticas, las monedas antiguas estaban cargadas de símbolos y en muchas de ellas aparecían animales.

3. Esópica. En el Renacimiento existió un gran interés por las fábulas, especialmente las de Esopo ya que los animales eran los protagonistas de la mayor parte de sus fábulas, por lo que fue la fuente básica para los humanistas interesados en los animales.

4. Mitológica. El humanismo fue una recuperación de las obras clásica y por ello toda la mitología tuvo su importancia en el Renacimiento. El muchos de los relatos mitológicos encontramos animales, por ejemplo, la Metamorfosis de Ovidio. Con el paso del tiempo la tradición mitológica se completaria con la obra de Cesare Ripa Iconología.

5. Adágica. Los adagios eran proverbios y adquirieron una gran importancia gracias a la obra de Erasmo de Rotterdam. La obra de este autor fue reimpresa continuamente durante cuarenta años y despertó el interes de los naturalistas porque en muchos de sus proverbios se encontraban animales.

6. Emblemática. Fue inventada por Andrea Alciato y estaba compuesto siempre por una imagen, un título y un pequeño texto explicativo. El hecho de que despertara el interés es porque en muchos de ellos habían animales.

Es posible que muchos de los que lean esta entrada piensen que este modelo de hacer Historia Natural en el Renacimiento no es suficiente para lo que entendemos por Historia Natural. Para Gessner, el limitarse a hacer una descripción anatómica del pavo o hacer una clasificación del mismo dentro del reino animal era, básicamente, insuficiente. Para él era imprescindible estudiar a un animal dentro del universo y eso se hacía siguiendo estas líneas de pensamiento. Esta visión emblemática se consolidaría y si bien Gessner le dedica 8 páginas al pavo, Aldrovandi le dedicaría 32 ya que el escribiría su obra cuando todas esas líneas de pensamiento, anteriormente mencionadas, estén en su pleno apogeo.

Sin embargo, a pesar de lo que pueda parecer en esta entrada, los naturalistas del Renacimiento y, en especial aquellos que se dedicaban al estudio de la botánica, no eran meros eruditos de gabinete. Su conocimiento no provenía solo de los libros. Es posible que, cuando hablamos de zoología  como ocurre en este caso, los naturalistas se hallaran más atrasados y así lo señala Ogilvie, obviamente observar animales era algo más complejo que observar plantas, pues al fin y al cabo éstas estaban más cerca y más presente. Pero considero importante considerar al naturalista del Renacimiento como una persona en constante movimiento entre biblioteca, gabinetes, jardínes botánicas y naturaleza (a través de pequeñas excursiones a las zonas más cercanas, Gessner, por ejemplo, solía viajar a montes cercanos a su ciudad). Los naturalistas botánicos del siglo XVI basaban sus estudios especialmente en la observación, ya que para ellos era importante la descripción exacta de cualquier especímen observado. A través de esas observaciones completaban las descripciones ofrecidas por Aristóteles, Teofrasto y Dioscórides. Asimismo, aunque seguían confiando en las obras clásicas, empezó a ir primando las descripciones por observación de primera mano, y si esto no podía ocurrir -como por ejemplo podía pasar con especímenes americanos o del norte de Europa- se solía recurrir a la fuente más fiable. Esto, sin duda, es más extenso de lo que aquí expongo y prometo dedicarle toda una entrada en cuanto termine con la visión emblemática.


Bibliografía:

Ashworth Jr., William B: "Natural history and the emblematic world view". En Reappraisals of the scientific revolution, editado por David C. Lindberg y Robert S. Westman. Cambridge: Cambridge University Press, 1990.


Ogilvie, Brian W.: The science of describing: Natural History in Renaissance in Europe, University of Chicago Press, 2008. (Le dedicaré una entrada más extensa)


6 de julio de 2013

El coleccionismo de curiosidades americanas en el siglo XVIII

Ternera de dos cabezas. Imagen extraída de la obra de Juan Bautista Bru de Ramón: Colección de láminas que representan a los animales y monstruos de Real Gabinete de Historia Natural, 1784-1786.

Leí hace algunos meses, en la obra de Helen Cowie Conquerin Nature, que en el siglo XVIII la Historia Natural parece centrarse más en lo "normal" de la naturaleza que en lo extraordinario, pues al fin y al cabo lo extraordinario solo se daba en la naturaleza en contadas ocasiones y que sólo eso no servía para conocer la verdadera naturaleza. Que los naturalistas empiezan a dejar más las monstruosidades al campo de la medicina y que eso mismo se observaba en las colecciones de Histora Natural donde lo raro empezaba a ir desapareciendo. Incluso citaba a Jean Mieg -físico y químico del siglo XIX- y su obra Paseo por el Gabinete de Historia Natural (1818) donde a modo de diálogo con un púpilo, daba lecciones sobre los objetos que se hallaban en el gabinete y donde criticaba el interés por lo monstruoso o lo extraño, ya que para su opinión los objetos comunes mostraban mejor el poder de Dios que los que eran extraños. Asimismo advertía a su discípulo cómo el interes por lo raro habia acrecentado el pillaje:

"Es muy útil saber que también existen monstruos ficticios, que los comerciantes de curiosidades de historia natural saben fabricar con bastante perfección, ya con el axilio de hilo y aguja, ya con el de sus navajas y pinceles. Así es como cortan algunas veces la cola y las orejas a los monos, ratones u otros animales conocidos: además les arranca sus dientes y cambian sus colores; todo con el fin de poderlos vender por especies nuevas á los que desean estos objetos..." (Juan Pieg, Paseo por el Gabinete de Histora Natural, p. 101)

Sin dejar de ser cierto lo que dice Cowie, pues al fin y al cabo sí  que los gabinetes de historia natural se "naturalizaron" y se hicieron más "científicos", no por ello el interés por las curiosidades, y en concreto por las curiosidades americanas, desapareció en el siglo XVIII y es así como Paula De Vos lo explica en "The rare, the singulary and the extraordinary..." (ver referencia abajo".

Como bien explica Antonio Barrera-Osorio, el interés por las curiosidades americanas empiezó a mostrarse a partir de la segunda mitad del siglo XVI dando como resultado el surgimiento de nuevos jardines, museos, etc. Estas curiosidades motivaron el estudio de la naturaleza americana creándose, incluso, un grupo de profesionales que compartían un interés común como el grupo de coleccionistas de Sevilla formado por Simón Tovar, Argote de Molina o Nicolás Monarde. Sin duda alguna, estas colecciones sirvieron tanto para la investigación como para la propia proyección social de sus propietarios



Pollo de tres pies.  Imagen extraída de la obra de Juan Bautista Bru de Ramón: Colección de láminas que representan a los animales y monstruos de Real Gabinete de Historia Natural, 1784-1786.


En el siglo XVIII, pese a ese proceso de "naturalización" explicado por Helen Cowie, el interés por lo curioso sigue estando presente y así se observa en las órdenes que los monarcas envían a las administraciones gubernamentales americanas donde sí es cierto que los productos naturales "útiles" seguían siendo la prioridad, pero donde también había cabida por las curiosidades, con el fin de exhibirlas en tres instituciones vinculadas a tres monarcas: Biblioteca Real y Pública de Felipe V, Casa de la Geografia e Historia Natural de Fernando VI que daría lugar al Real Gabinete de Historia Natural de Carlos III (Como vemos en las ilustraciones, varios especímenes del Gabienete fueron ilustrados por Juan Bautista de Bru de Ramón que poseía el puesto de "Artista y Disecador" en el mismo).

Sin embargo, ¿Qué debemos entender por "curiosidad"? Si bien en la Edad Antigua y Medieval el concepto "curiosidad" o "curioso" tenía una fuerte connotación negativa, en el siglo XVI la "curiosidad" empieza a vincularse con el espíritu científico y la voracidad del conocimiento. La connotación negativa desaparece y aparecen las cámaras de curiosidades que representaban esa voracidad por conocer todo lo que había en el mundo. En el siglo XVIII, el coleccionar curiosidades se iba vinculando más con la vulgaridad aunque no dejaron de estar presente en las grandes colecciones. Pero sin duda alguna lo que daba a un objeto la cualidad o la consideración de ser "curioso" eran sus propiedades extraordinarias, que fuera un objeto único y raro, nunca visto, y de esos el continete americano podía proveer mucho.

La búsqueda de lo raro en el siglo XVIII, se inicia con una serie de llamadas u órdenes que Felipe V dio a través de un decreto en 1712 donde exigía el envió de libros (para su biblioteca) de América, China, Japón y zonas orientales, así como un cargamento de "cosas curiosas". Estas ordenes requieriendo especímenes para las colecciones, se fueron haciendo más comunes a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. La mayoría de las órdenes se centraban en lo que se consideraba "naturalia", por ejemplo una orden de 1752 exigía el envio de todo tipo de "minerales, producciones naturales y curiosidades" y una de 1796 exigía el envio de especímenes de los tres reinos, especialmente "raras piezas". 

Pronto estos objetos fueron llegando a Madrid. De los 335 cargamentos que llegaron sobre objetos naturales, 25 contenían curiosidades. Entre esas curiosidades podemos encontrar animales vivos -sobre todo animales muy vinculados con lo que seria la fauna americana tales como loros, aves del paraíso (http://animaliahispanica.blogspot.com.es/2012/11/jose-ramon-marcaida-el-ave-del-paraiso_2.html), iguanas, tortugas, caimanes, etc.- animales disecados -oso hormiguero, iguanas, escorpiones, etc.-, partes de animales -habría que destacar los huesos del perezoso-, minerales, objetos de etnografía y por último, y más interesante para mí, monstruos. El hecho de que se incluyeran monstruos en estos cargamentos parece contradecir no sólo lo dicho por Helen Cowie, sino también lo dicho por Lorraine Daston y Katherine Park sobre una "templanza" en le interés por lo monstruoso. No sólo es que se trajeran sino, que como vemos en las ilustraciones de Bru de Ramón, se llegaron a exhibir en el Gabinete. 

Según lo recogido por Paula De Vos fueron cuatro las monstruosidades incluidas en esos cargamentos: una mandíbula y unos dientes de un "monstruo terrórifico" de Nicaragua en 1782, un caballo hermafrodita de Cartagena en 1789, una vaca sin pelo de Veracruz en 1804 y un cerdo monstruoso de Bataan.


Bibliografía;

Barrera-Osorio, Antonio: Experiencing nature: the Spanish American empire and the early scientific revolution, University of Texas Press, 2006.

Cowie, Helen: Conquering nature in Spain and its empire, Manchester: Manchester University Press, 2011.

De Vos, Paula: "The rare, the singulary and the estraordinary..." en Bleichmar Daniela, De Vos Paula, et. Al.: Science in the Spanish and Portuguese empires, Standford University Press, 2009. 












4 de julio de 2013

La Temprana Revolución Científica




Defiende Antonio Barrera-Osorio en su obra Experiencing Nature (ver imagen) que a inicios del siglo XVI, en España, se produce lo que el llama "Early Scientific Revolution": una "Temprana Revolución Científica. Una revolución científica motivada por el descubrimiento del Nuevo Mundo que "forzó" a los exploradores, soldados, comerciantes, naturalistas, religiosos, y un gran etcétera a desarrollar un empirismo para conocer una naturaleza de la que no se tenería referencia alguna en los libros. Hasta ahora el conocimiento de Historia Natural del "Viejo continente" se había basado más en la lectura de las grandes autoridades clásicas, en las que habría destacado Aristóteles, más que en la propia observación de la naturaleza en sí misma. Los grandes eruditos no se habrían acercado a un perro o a un pavo para conocerlo, sino que habrían recurrido a una amplia bibliografía sobre lo mismos. Esta manera de acercarse al nuevo mundo generó en lo que Asworth (referencia al final de la entrada) calificó como una "visión emblemática del mundo" que suponía una forma de concebir la realidad natural (Sobre todo desde mediados del siglo XVI a mediados del XVII) según la cual los entes naturales formarían parte de un lenguaje de símbolos y significados ocultos que sería posible descifrar. Esto hacía que en la descripción de una animal no se hiciera hincapié en sus características físicas o biológicas, sino en sus vinculaciones con las historia, la mitología, la etimología, etc. utilizando como fuente, por supuesto, obras que le sirvieran para completar estos aspectos; obras como la de Iconología de Cesar Ripa o Adagia de Erasmo y, por supuesto, las obras clásica.

Pero el Nuevo Mundo lo cambió todo. Aparece toda una flora y una fauna que carece de referencias y es necesario conocerla. La corona española, como bien señala Barrera-Osorio, se dio cuenta que era necesario conocer para controlar, y el empirismo, por tanto, nace en un contexto comercial e imperial controlado por dos instituciones esenciales para el gobierno de las colonias: Casa de la Contratación y el Consejo de Indias. Este empirismo tiene dos ramas desde mi punto de vista; una centrada en la adquisición de conocimiento tanto por información burocrática, es decir, el requerimiento de información por parte de la corona a los gobiernos nacientes de las colonias; virreinatos, que daría lugar a las famosas Relaciones de Indias" y las expediciones científicas -las cuales se harían a mayor escala en el siglo XVIII- siendo la más conocida la del doctor Francisco Hernández con la recopilación de miles imágenes que en su mayoría se perdieron en un incendio de El Escorial (aunque algunas vieron la luz en publicaciones). Por otro lado, el emprirismo llevado a cabo para la creación o invención de instrumentos que favorecieran la navegación pero también la explotación de las nuevas riquezas naturales que proporcionaban el Nuevo Mundo. Barrera-Osorio destaca tres: las bombas de agua, las cañas y redes para la adquisición de perlas, y el proceso de amalgama con mercurio para la extracción de plata.

Resulta interesante el proceso que conlleva la elaboración y la comercialización de instrumentos para la explotación de fuentes naturales. Se empiezan a crear patentes y lo que es más interesantes: los "test" que a través de las experiencia verificarían si un invento o no era válido y, sobre todo, rentable y beneficioso económicamente. Así, cuando Diego Ribeiro informó de que podría crear una bomba de agua en metal se puso en marcha todo un mecanismo para confimar sobre la eficacia de la bomba. En seguida se exigió a unos oficiales que probaran la bomba, dando esta prueba una respuesta positiva. Una vez se hubieron comprobados los resultados, la corona dio a Ribeiro su licencia. Lo mismo ocurriría con las cañas o el proceso de amalgama, toda invención nacía de la experimentación de su inventor y de la comprobación por parte de la Casa de Contratación por medio de la "experiencia" de que el instrumento inventado verdaderamente era fiable y beneficioso. Obviamente, la Casa, conocedora de lo beneficioso que podía ser esto, no solo apoyaba a los artesanos sino que fomentaba la competencia, con lo que las licencias siempre estaban sujetas a que sí el invento era mejorado, el nuevo inventor era el que adquiría la licencia.

En conclusón, Barrera-Osorio propone, a rasgos generales, que el inicio de la Revolución científica se encuentra en los inicios del siglo XVI, motivado por el encuentro de nuevo continente que "forzó" a que por medio de la experiencia se conociera y se explotara todo un nuevo mundo.

Bibliografía:

Barrera-Osorio, Antonio: Experiencing nature: the Spanish American empire and the early scientific revolution, University of Texas Press, 2006.

Ashworth Jr., William B: "Natural history and the emblematic world view". En Reappraisals of the scientific revolution, editado por David C. Lindberg y Robert S. Westman. Cambridge: Cambridge University Press, 1990.

2 de julio de 2013

El cordero de Tartaria y el "Barnacle tree"

Cordero de Tartaria en la obra de Sit John Mandeville

Uno de los libros más populares durante la Edad Media y la Edad Moderna -de hecho fue el libro de viaje más leído entre 1350-1600- fue "El libro de las maravillas del mundo" de Sir John Mandeville, aunque ni Sir Mandeville exitió, ni sus viajes tampoco. Mandeville no fue más que un personaje de ficción que durante años había realizado un viaje por tierras lejanas y cuyo relato de los mismo había plasmado en un libro.

Dentro de los relatos sobre su viaje de más de 30 años se cuentan todo tipo de maravillas, pero una de las que más fascinó a los lectores fue el llamado "Cordero Vegetal" o el "Cordero de Tartaria". Este monstruo que podríamos considerar "híbrido", mitad vegetal, mitad animal, no era más que un helecho que contaba con cordero como frutos y es así como lo describe Mandeville: 

"Wherefore I say you, in passing by the land of Cathay toward the high Ind and toward Bacharia, men pass by a kingdom that men clepe Caldilhe, that is a full fair country. And there groweth a manner of fruit, as though it were gourds.  And when they be ripe, men cut them a-two, and men find within a little beast, in flesh, in bone, and blood, as though it were a little lamb without wool.  And men eat both the fruit and the beast.  And that is a great marvel.  Of that fruit I have eaten, although it were wonderful, but that I know well that God is marvellous in his works" (Travels of Sir John Mandeville, Cap. XXIX). 

Así, que lo que venía a contar Mandeville en estas pocas palabras es que existía un fruto, cuyo fruto era una pequeña bestia, "a little beast", similar a un corderito el cual se comía como si de una fruta se tratara. 

Parecido a este monstruo híbrido era el llamado "Barnacle tree" o el "Árbol de las ocas", también mitad vegetal, mitad humano. La leyenda contaba que este árbol -casi siempre situado en la islas británicas: Escocia, Irlanda, etc- tenía unos frutos que se caían al mar y que de ahí salían ocas o gansos. Mandeville, en el mismo párrafo en el que cuenta la maravillosa historia del cordero vegetal- se hace eco de esta maravillosa historia:

"And, natheles, I told them of as great a marvel to them, that is amongst us, and that was of the Bernakes.  For I told them that in our country were trees that bear a fruit that become birds flying, and those that fell in the water live, and they that fall on the earth die anon, and they be right good to man’s meat.  And hereof had they as great marvel, that some of them trowed it were an impossible thing to be".

"Barnacle tree" en la obra de Sebastian Münster, Cosmographie 1544

Estas historias de Mandeville, sin embargo, no dejaron de ser una copia de las contada por Odorico de Pordenone, un misionero franciscano que había llegado a viajar a China para lo que empleó doce años (1318-1330). Sus viajes quedaron plasmados en un libro que fue traducido al francés y al italiano, sin embargo, la obra de Mandeville le hizo sombra pronto. Su descripción del "barnacle tree" coincide con la realizada por el "caballero inglés":

"It's said to be true that in Ireland there are trees above the water whose leaves turn into small birds as soon as they fall into the water" (Odorico de Pordenone, Relazione del viaggio in Oriente e in China, cap. 64).


Un interesante acercamiento a ambos "monstruos hibridos" lo hace:

Mason, Peter: Before Disenchantment : Images of Exotic Animals and Plants in the Early Modern World, Londres, Reaktion Books, 2009. Capítulo 2. 


1 de julio de 2013

Visible empire. Daniela Bleichmar



En el siglo XVIII, tras la llegada de los Borbones a la monarquía española tras la Guerra de Sucesión, se produce un cambio importante en la política americana. Los Borbones empiezan a llevar a cabo una serie de medidas que permitiría la explotación económica del continente y por supuesto un mayor control (algo que se había perdido durante los reinados de los Austrias menores). Para llevar acabo esa explotación y ese control, los nuevos monarcas, y en especial Carlos III y IV, entendieron que era imprescindible conocer el continente americano por lo que promovieron la investigación de la Historia Natural, una investigación "utilitaria", es decir, que sus resultados fuera útiles para la corona, que proporcionara sobre todo ganancias económicas que permitieran llenar las arcas reales, muy vacías tras años de derroches económicos y malas políticas. Por tanto, en este apogeo de las ciencias naturales se llevó a cabo dos procesos: por un lado la recopilación de información mediante las redes burocráticas, es decir, se solicitaba a los vicerreinatos la recopilación de datos sobre la naturaleza americana, así como el envío de espécimenes que permitiera el crecimiento tanto del Gabinete Real como del Jardín Botánico -cuyas colecciones servían para aumentar el prestigio de la corona y hacer ver al mundo su inmenso poder debido a sus dominios-, y por otro lado se financiaron expediciones científicas, sobre todo, a partir de mediados del siglo XVIII cuando otras potencias extranjeras se habían lanzado a territorios como el Pacífico.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII se llevaron a cabo una serie de expediciones científicas que tenían un doble objetivo: político-militar (control de las colonias americanas) y científico (reconocimiento de la flora y fauna de la zona con un fin económico y taxonómico). No todas las expediciones fueron iguales y no todas tenían el mismo fin. Daniela Bleichmar en Visible empire se centra en áquellas que más éxito tuvieron: las expediciones botánicas. De 1754 a 1807 se llevaron a cabo 6 expediciones botánicas que cumplían con los objetivos económicos, taxonómicos que tanto buscaba la monarquía. Fueron tres las que más frutos darían: la expedición al Perú (1777-1786) con los naturalistas Hipólito Ruiz y José Antonio Pavón, la expedición a Nueva Granada (1783-1808) con el naturalista Celestino Mutis y la expedición a Nueva España (1787-1804) con Martín Sessé. 

Sin embargo, la obra de Bleichmar no se dedica a explicar qué fueron, ni cómo se desarrollaron las mencionadas expediciones. El protagonista es la imagen y la función que esta ejerció para difundir todo el conocimiento que se estaba adquiriendo de las expediciones. Las imagenes jugaron, desde el principio, un una función esencial en el estudio de la Histora Natural en la Edad Moderna, pero sobre todo en el estudio de la naturaleza americana. La importancia de la imagen residía en el hecho de que podía preservar un especímen de una manera que no se podía preservar si se disecaba, representarlo en un estado de perfección, transportarlo miles de kilometros sin que sufriera daño alguno, permitiendo transportar el conocimiento y permitiendo también que un naturalista "de gabinete" pudiera estudiar la naturaleza americana sin moverse de casa, permitía los estudios comparativos y el desarrollo del conocimiento (por ejemplo, se podía saber si se había cometido algún error en la descripción de alguna planta o si la descripción estaba incompleta, o si se había descubierto un nuevo especímentes), asimismo la imagen ayudaba al naturalista de campo para saber qué debía investigar, que especímenes podía encontrar o sí se habían descubierto plantas nuevas. Las imágenes funcionaban también como pruebas del trabajo que realizaban las expediciones, los resultados obtenidos, y permitía persuadir a los patrocinadores para que siguieran financiando la expedición.

En general, la obra de Bleichmar narra de una manera amena e interesante la historia de la imagen en las expediciones botánicas españolas del siglo XVIII.


Bibliografía recomendada:

Bañas Llanos, María Belén: "Expediciones científicas españolas al Pacífico, en la segunda mitad del siglo XVIII", en Revista española del Pacífico, nº 2, 1992. pp- 85-108.

Bleichmar, Daniela: Visible empire. Botanical expeditions and Visual culture in the Hispanic Enlightenment. University of Chicago Press. 2012.

Cowie, Helen: Conquering nature in Spain and its empire, Manchester: Manchester University Press, 2011.