16 de enero de 2013

La casa de monstruos de Moctezuma



Puede parecernos hoy día, aunque puede que ya no tanto, que el hecho de visitar zoológicos y coleccionar animales sea algo de muy siglo XX o XIX a lo sumo. Nadie, o muy pocos, se han parado a pensar cuándo empezó ese deseo del ser humano por coleccionar animales que no tenían al alcance de sus manos, animales con los que no se tropezaban en el bosque al salir de su casa. En un maravilloso libro llamado La jirafa de los Medici se nos explica que ese deseo va más allá de lo que pudiéramos imaginar, pues el ser humano ha sentido la necesidad de tener lo que no puede conseguir fácilmente desde épocas muy tempranas y el coleccionar animales exóticos no sólo respondía a un deseo de satisfacer una curiosidad, sino también de un deseo de exhibir un poder personal. Pero no quiero hacer "spoiler" del libro y animo a su lectura.

Entre una de las historias más fascinantes que contiene en libro, me topé con la historia del zoológico de Moctezuma. Este emperador azteca había mostrado un gran interés por la naturaleza y había creado en su propio palacio determinados espacios o "casas" que se destinaban a animales exóticos, tal y y como lo explicaron los conquistadores españoles en sus crónicas. Sin embargo, Moctezuma no solo mostraría un gran interés por los animales sino también por los seres humanos que mostraban cierta deformidad los cuales eran exhibidos junto con los animales. Así, Bartolomé de las Casas diría que el rango más singular del aviario (un inmenso lugar donde Moctezuma coleccionaba todo tipo de aves la cuales eran muy apreciadas por sus plumajes) era la sala "donde se exhibían hombres, mujeres y niños que tenían, de nacimiento, las caras y los cuerpos blancos y cuyos cabellos, cejas y pestañas también eran blancos". Estos seres albinos eran extraordinarios para los mexicas pues pocas veces aparecían y eran consideradas en parte humanas y en parte divinas.

Asimismo, Hernán Cortés escribió que Moctezuma mantenía "muchos hombres y mujeres deformes, enanos y jorobados [...] cada forma de la monstruosidad tenía un lugar propio; y además había personas para cuidarlos". Y no sólo es que fueran exhibidos sino que además servían de entretenimiento al emperador para sus comidas como bien recoge López de Gómara: "Siempre estaban presentes en sus comidas enanos, jorobados, tullidos, todos reunidos allí para su entretenimiento y diversión, que luego junto con los bufones y saltimbanquis, tenían permitido comer las sobras de su comida en un rincón del salón". 

Sin embargo, por muy miserable que pueda parecer la vida de estos seres monstruosos, lo cierto es que la vida de éstos parecía ser mucho más fácil en el jardín de fieras real pues en él tenían sus aposentos y cuidadores que los atendían y alimentaban, que en el mundo exterior donde su supervivencia era totalmente incierta y probablemente llena de sufrimientos. E incluso recibían mejor trato que los guerreros nobles capturados por los mexicas en las batallas los cuales terminaban siendo objetos de sacrificios. 

Para Moctezuma, los seres humanos extraordinarios como los monstruos eran especímenes naturales que valía la pena coleccionar, catalogar y observar con deleite. Y es que los aztecas reverenciaban la naturaleza y valoraban su estudio. Asimismo, la antología de raros ejemplares recopilada por el emperador realzaba su imagen de señor que domina la tierra y el mar y de soberano dotado de notable distinción, por lo que no es raro que además circularan rumores entre los españoles de que los seres tullidos habían sido quebrados en la cuna para mayor gloria del rey.

Fuente: Belozerskaya, Marina: La jirafa de los Medici, y otros relatos sobre los... Barcelona, ed. gedisa, 2008.