13 de julio de 2011

Eloísa de Paráclito y Pedro Abelardo, un amor apasionado.

Son muchas las historias de amor apasionado y prohibido que encontramos tanto en la historia como en la literatura. Si nos ponemos a pensar tenemos a Tristán e Isolda, Romeo y Julieta, Los amantes de Teruel, e incluso, podríamos citar a Kennedy y Marilyn Monroe o el Príncipe Carlos y Camila Parker. Y no se sabe porqué pero estos amores prohibidos y apasionados son los que más suelen gustar.
Andaba leyendo un libro de Ángeles Caso, "Las olvidadas. Una historia de mujeres creadoras", cuando me topé con una historia de amor que me entristeció muchísimo pero que a la vez me encantó y decidí plasmarlo en mi blog. Es la historia de Eloísa de Paráclito y Pedro Abelardo. Según Ángeles Caso "La historia de la pasión de Eloísa y Pedro Abelardo ha sobrevivido durante novecientos añños como un ejemplo de la intensidad y la valentía del amor de una mujer enfrentada a los estereotipos culturales de una época". Eloísa nació en 1102 y era sobria de un canónigo de la catedral de Nôtre-Dame de París, Fulgencio. Este tío suyo se ocupó de su educación y le proporcionó unos conocimientos que raramente poseía una mujer del siglo XII, así, Eloísa sabía latín, griego y hebrero. A los dieciséis años Eloísa conoció a Pedro Abelardo quien era uno de los filósofos más reputados de su tiempo considerado, además, como el gran maestro de teología de la Universidad de París. Eloísa se convirtió en su discípula y, a pesar de la diferencia de edad, ambos se enamoraron y se entregaron tanto físicamente como espiritualmente.
Al paso del tiempo la relación fue descubierta por el canónigo Fulberto por lo que los amantes se vieron obligados a separarse. Sin embargo, ya por aquel entonces, Eloísa estaba embarazada y Fulberto decidió que ambos debían de contraer matrimonio. La gran sorpresa vino cuando la propia Eloísa se negó a ser la esposa de Pedro, pues pensaba que ésto perjudicaría la carrera de se amado ya que, según la moral de la época, el hombre docto debía permanecer célibe para entregarse sin ataduras a sus quehaceres. Finalmente, Abelardo y Eolísa llegaron a un acuerdo, se casarían en secreto, lo cual beneficiaba al marido, que mantenía de cara el público la apariencia del celibato, pero perjudicaba en cambio la reputación de la mujer, sobre quien empezaron a correr rumores insidiosos. A ella no le importó y así lo expresaba en sus cartas:
"Nunca, Dios lo sabe, he buscado en ti sino a ti mismo: tú, no tu concupiscencia. No deseaba los lazos del matrimonio ni esperaba beneficios; y he anhelado no la satisfacción de mis deseos y de mis voluptuosidades, sino, y bien lo sabes, de los tuyos. Sin duda, el nombre de esposa parece más sagrado y fuerte, pero yo siempre he preferido el de amante y, perdóname si lo digo, el de concubina y el de prostituta. Puesto que cuanto más me humillaba por ti, más esperaba encontrar la gracia junto a ti".
Sin embargo, al tío de Eloísa no le hacía ni pizca de gracia la situación e indignado por el deshonor que la situación suponía, empezó a amenazarla y a pegarle para que consolidara su matrimonio. Finalmente, su marido, para protegerla la llevó a escondidas a un monasterio. Fulberto, que interpretó este hecho como un intento de abandono por parte de Abelardo, decidió castigarlo y contrató a un par de sicarios que en la noche cortaron los testículos de Pedro. Éste interpretó el ataque como un castigo divino por haber desatendido el saber en nombre del amor, por lo que decidió cambiar su vida y la de su esposa de manera radical: ambos hicieron votos perpetuos el mismo día, él en la prestigiosa abadía de Saint-Denis y ella en el monasterio de Argenteuil. Desde ese mismo día vivieron separados y en castidad por el resto de sus días, aunque nunca se olvidaron el uno del otro. Abelardo fundó el convento del Paráclito del que ella fue abadesa, y concibió un verdadero programa pedagógico para las novicias y las monjas, basado en su confianza en la sabiduría de la mujer. Ella, por su parte, comenzó a escribirle su intento epistolario en latín, lleno de referencias cultas y de lúcidos comentarios filosóficos y no dudaba en expresar su profundo amor por él: "No sólo los actos realizados, sino también los momentos y los lugares donde los experimenté a tu lado, están tan fijos en mi memoria..."
Separados en vida, Eloísa del Paráclito y Pedro Abelardo fueron sin embargo enterrados juntos. Su tumba se encuentra actualmente en el cementerio del Père-Lachaise de París.
Fuente: Caso, Ángesles: Las olvidadas. Una historia de mujeres creadoras. Planeta, Madrid, 2005

2 comentarios:

  1. Una historia de amor apasionante, sin duda, y con un final enternecedor.

    Un saludo!

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  2. Sin duda una de las historias más bellas de la Edad Media. Abelardo, fue una de las mentes más incisivas de su época y Eloísa era una mujer fuera de lo común. La pobre quedó marginada en su monasterio pero Abelardo aún gozaría de cierta reputación intelectual y sería duramente perseguido dentro de la Iglesia por algunas de sus teorías. De hecho, el mismísimo san Bernardo, siempre tan intransigente, se encargó de perseguirle incansablemente en sus últimos días.

    Un saludo Alejandra!!

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