29 de mayo de 2010

La teratoscopia

Una de las actitudes que podemos ver hacia el monstruo a lo largo de la Edad Moderna, pero principalmente en el siglo XVI, es como señal divina. El monstruo es algo creado por Dios para mostrar un poder y para advertirnos sobre hechos futuros. Esta concepción del monstruo como herramienta adivinatoria no surge en la Edad Moderna, ya autores clásico como Cicerón consideraban al monstruo como una señal de algo que estaba por venir, asimismo San Agustín pensaba que el monstruo tenía como fin mostrar bien la benevolencia de Dios, bien algún hecho futuro o bien el pecado. Se puede decir, además, que la Biblia también había ayudado a difundir esta idea, pues en numerosos episodios bíblicos podemos ver como los acontecimientos desafortunados eran antecedidos por señales prodigiosas como lluvia de sangre o piedras, cometas y demás. Esta idea del monstruo como "señal" o advertencia se mantendrá a lo largo de la Edad Media, pero será a comienzos de la Edad Moderna con el conflicto religioso cuando la idea del monstruo como "señal" recobre fuerzas. Y es que las interpretaciones de las señales de los monstruos se pondrán al servicio de la polémica religiosa siendo una fuerte herramienta de ataque al servicio del protestantismo. No será sorprendente, por tanto, que sea en Alemania donde se den los más importantes tratado sobre el monstruo como herramientas de adivinación destacando el tratado de Casparus Peucerus: Commentarius de praecipuis divinationum generibus del año 1553. Gracias a él surge lo que denominamos teratoscopia, una rama de las artes adivinatorias que se basa en la interpretaciones del prodigio y el monstruo. Para Peucerus los prodigios en general y los monstruos en particular, son signa, testimonios divinos que han de ser rectamente interpretados.




Las interpretaciones de los monstruos tendrán, en la mayoría de los casos, un fin propagandístico al servicio del conflicto religioso, por lo que no resulta sorprendente de una de más famosas interpretaciones venga de la mano del propio Martín Lutero y Melanchton. Una de sus más famosas interpretaciones fueron la del "pope-ass" (ilustración de la derecha), una especie de pez que había nacido en Roma y que fue el principal objeto de estudio en numerosos Broadside Ballads. Este pez fue interpretado por Melanchton como señal del fin o de la caída de la iglesia romana y católica y se exponía la idea de que el Papa era el Anticristo, asimismo se interpretaba como una señal de que Dios apoyaba las doctrinas reformistas.
En el caso de España, la relaciones de sucesos (la versión española de los Broadside Ballads), servían igualmente como propaganda religiosa, sin embargo, no vemos una polémica religiosa, sino más bien una difusión de los mensajes tridentinos. Del mismo modo, y retomando el tema del monstruo como advertencia o seña, diversos tratados de "filosofía natural" o misceláneas como Curiosa y oculta filosofía de Eusebio Nieremberg hace referencia como un monstruo fue señal de las posteriores guerras civiles que habría en Alemania. Según Nieremberg, estas guerras la pronosticó un niño que había nacido con un cuchillo de punta aguda que le salía del vientre. Asimismo, tratados médicos como el de Rivilla y Bonet: Desvíos de la naturaleza o tratado del origen de los monstruos, en el capítulo dedicado a las causas eficientes de los monstruos se hace mención a como los monstruos "acaecen en predicción y aviso de futura venganza y males graves". Aunque advierte que no siempre los monstruos nacen para avisar o predecir un mal futuro pues "si siempre que nace cualquier monstro hubiesemos de recurrir a esta causa, y a este fin, las desiertas arenas de África, que ordinariamente los suele producir, debieramos decir que serían capaces de avisos celestes o quando se hallasen poblados". Rivilla insiste en que hay saber diferencia entre el monstruo "señal" del que no lo es, y según él la diferencia debe ser semejante a la que se da en los milagros, "por lo cual aquellos monstruos que nacieren con miembros de especies imposibles a la commixtion, y con señales totalmente prodigiosas de letras, cruces, imágenes o voces, no hay duda que excediendo toda naturaleza dependen solo de disposición divina" ese es el ejemplo del monstruo de Rávena o del monstruo nacido en Jaén en 1679 (Relación de suceso extraída del libro de Eittenghausen), un niño gigante, con tres rosas en forma de estrellas en su rostro, una en cada mejilla y la otra en la frente, con tres pechos, uno en el izquierdo y dos en el derecho, una imagen del cristo crucificado en el cielo de la boca, y en el empeine del pie derecho una cruz roja, y en el izquierdo un corazón. Cabe mencionar que el nacimiento de este monstruo está muy vinculado con el contexto histórico de la época. Estamos hablando del reinado del desafortunado Carlos II, su infertilidad marcaba el fin de la dinastía de los Habsburgo en la Península Ibérica y las malas lenguas hablaban de como el Rey estaba utilizando medios no legítimos (magia y hechizos) para poder procrear. El nacimiento de este monstruo estaba muy vinculado con este hecho, al leer la relación vemos como los padres de esta criatura (al igual que el Rey) llevaban años deseando tener un hijo, por lo que después de muchos ruegos y súplicas, Dios los bendijo con un embarazo, sin embargo, desde un principio éste causó mucho dolor lo que le llevó a preguntarse a la sufriente madre si el embarazo más que una bendición fuera un castigo por sus incesantes súplicas. La vinculación del nacimiento de este monstruo con el contexto político de la época se traduce en el hecho de que el nacimiento de este monstruo suponía una señal del fin de los Austrias en la Península Ibérica.
Podemos concluir, por tanto, que en el contexto español también hubo una interpretación del monstruo como "señal", no como herramienta del conflicto religioso como sucedía en Alemania, Inglaterra o Francia a través de los Broadside Ballads, pero sí como propaganda de una ideología religiosa -la transmitida por el Concilio de Trento- y también con un cierto vínculo al contexto político de la época. El reinado de Carlos II fue un momento de auge, los monstruos vaticinaban el fin de una dinastía y eso hizo que las relaciones de sucesos se hicieran eco del hecho a través de los nacimientos monstruosos. Por otro lado, vemos que a pesar de que la actitud hacia los monstruos va evolucionando, en el siglo XVII aún permanecia la idea del monstruo como "señal", idea que irá perdiendo peso a medida de que la ciencia avance, sobre todo, en el siglo XVIII donde el monstruo será visto ya como un objeto médico más que como un objeto adivinatorio.
Bibliografía:

Nieremberg, Juan Eusebio: Curiosa y oculta filosofía, Madrid, imprenta de María Fernández, 1649.
Park, k., y Daston, L. “Unnatural conceptions: the study of monsters in sixteenth and seventeenth-century France and England”, Past and Present, 92, 1981.
Rivilla Bonet y Pueyo: Desvíos de la naturaleza o tratado del origen de los monstruos, Lima, 1695
Vega Ramos, María José: “La monstruosidad y el signo formas de la presignificación en el Renacimiento y la Reforma", Signa, 4, 1995.
Wilson, Dudley: Signs and portents. Monstruous birth from the Middel Ages to the Englightenment, Londres/Nueva York, Routedge, 1993.

22 de mayo de 2010

Tres actitudes hacia el hermafroditismo.

Al igual que ocurría con los cambios de sexos, el hermafroditismo también era un tema central en numerosos tratados de la Edad Moderna. Dentro de esos tratados se puede distinguir tres actitudes o tres acercamientos al hermafroditismo.
Biológico: El acercamiento hacia el hermafroditismo desde un punto de vista biológico, se basa en la idea de que desde el pensamiento griego hasta vísperas de la Ilustración solo se admitia la existencia de un sólo sexo: el masculino, que admitía diferentes grados de perfección siendo el más perfecto el masculino y el más imperfecto el femenino y entremedio existía toda una serie de sexos intermediarios. De esta manera en la Europa preilustrada no existía un verdadero sexo y el hermafroditismo no era una anomalía, la medicina lo admitía como una posibilidad biológica, aunque luego las convenciones sociales obligaran a decantarse por un sexo u otro bajo el juramente de permanecer en él por el resto de la vida. Es lo que se denomina la "experiencia del intermediario".
Prodigium: Esta actitud consideraba al hermafrodita como un ser monstruoso cargado de presagios negativos. Vinculaba al hermafrodita con la sodomía, por ello, en ocasiones, el nacimiento de un hermafrodita era el castigo divino ante una relación carnal viciosamenre realizado.
Miraculus: Esta actitud, opuesta a la anterior, consideraba al hermafrodita como una conciliación entre ambos sexos. Es una actitud que proviene de la Antigüedad y que estuvo muy ligada a la tradición mística y esotérica que se remonta al hermetismo y que llegó hasta el Renacimiento. El hermarodita suponia la unión de los contrarios.
Fuente:
Moreno Mengíbar, Andrés; Vázquez, F.: "Hermafroditas y cambios de sexos en la España Moderna", Monstruos y seres imaginarios en la Biblioteca Nacional, Madrid, Algete, 2000.