17 de enero de 2010

De Monstruos y Prodigios...(Parte I)


Desde hace algo más de dos meses me hallo inmersa en un mundo de monstruos y prodigios. He de confesar que no es algo que yo haya buscado, sino que es algo que vino a mí, permitiéndome conocer cosas de lo más inverosímiles.

No resulta extraño que yo me interese por algo como es la teratología de los siglos XVI-XVII –los que tienen el placer de conocerse saben que suelo ser una persona interesada en todo tipo de cosas, generalmente muy frikis-. Sin embargo, yo me sumo a la cola de muchos autores que ya se interesaron por ello, siendo yo la punta de un iceberg cuya base está formada por cientos de autores de todas las épocas y de todos los campos interesados en los monstruos. José Rivilla Bonet (cirujano del siglo XVII) explicaba en “Desvios de la Naturaleza” como los monstruos habían interesado a filósofos, médicos, teólogos, e incluso, a juristas. Obviamente, el motivo de su interés era para cada uno de ellos distinto. Pero no deja de sorprender que un tema como la teratología interese a autores de campos tan dispares – ¿Qué relación puede haber entre un cirujano y un jurista?-. No tengo una teoría al respecto, pues me hallo aún en la Prehistoria de mi investigación y sería precipitado aventurar nada, pero creo que C. S. Lewis –sí el autor de “Las Crónicas de Narnia”- me proporcionó una idea que quizás explique por qué podría interesar a autores tan dispersos algo como los monstruos, en su obra “La imagen del mundo”:

“En lo que tenía de más característico, el hombre medieval no era un soñador ni un vagabundo. Era un organizador, un codificador, un constructor de sistema. Necesitaba “un lugar para cada cosa y cada cosa en su sitio”.

Es cierto, y me corregirán, que C. S. Lewis hablaba del hombre medieval y que hablaba de literatura y no de monstruos, pero creo que bien se podría aplicar a este tema. Pienso, y esto es una reflexión totalmente personal, que el hombre del siglo XVI y XVII necesitaba explicar a los monstruos, necesitaba colocarlos en su sitio, explicar su porqué y ordenarlos, clasificarlos y de ahí que autores de materias tan dispersas dedicaran todo su interés en situar a esos monstruos en su sitio, aunque algunas veces no lo lograran.

Pero abandonemos el presente, trasladémonos al siglo XVI y preguntémonos ¿Qué era un monstruo? Ambroise Paré (Cirujano francés del siglo XVI) definía monstruo de la siguiente manera: “choses qui apparoissent outre le cours de Nature (et sont le plus souvent signes de quelque malheur à advenir) comme un enfant qui naist avec un seul bras, un autre qui aura deux testes, et autres membres outre l'ordinaire” (que viene a decir algo como –y perdonen mi traducción aproximada-: cosas que aparecen fuera del curso de la naturaleza (y son la mayoría de las veces signos de alguna desgracia que va a venir) como un niño que nace con un solo brazo, otro que nace con dos cabezas y otros miembros fuera de lo normal). Obviamente esta no es la única definición, ni la más certera. Hallaremos miles de definiciones distintas en cada una de las obras dedicadas a monstruos. Sin embargo, cada una de ellas tiene un punto en común, monstruo es algo anormal en la naturaleza, no fuera porque al fin y al cabo se produce dentro de la naturaleza, pero sí que es algo fuera de lo normal en ella. Y si de nuevo nos trasladamos mentalmente a aquella época, anormal puede ser desde que un niño nazca a los 5 meses hasta cualquier cosa biológicamente aceptable hoy día, como los siameses. Téngase en cuenta también, que monstruo no solo se daba en la raza humana, sino también en vegetales y animales, aunque no entraremos en ese campo.

Una vez que los autores tenían más o menos claro que era un monstruo, surgían toda una clase de preguntas a veces sin respuestas o con múltiples respuestas: ¿Se pueden considerar a los monstruos humanos? ¿Tienen alma? ¿Un siamés tiene una o dos almas? ¿Se deben bautizar? ¿Cuáles son las causas que dan lugar a los monstruos? No entraré en debate, porque daría para tres blogs como el mío, pero estas preguntas verdaderamente inquietaban, y el poder responderlas daba lugar a toda una odisea ensayísistica. Si dedicaré algunas líneas a las respuestas dadas con respecto a las causas de los monstruos.

Las causas proporcionadas por los distintos autores sobre el origen de los monstruos podían ir desde lo biológico a lo más variopinto. Generalmente las causas suelen coincidir en los autores, ya que normalmente solían copiarse los unos de los otros, y porque sus fuentes solían ser las mismas (no lo he explicado pero generalmente los autores se apoyaban en obras de autores clásicos como Aristóteles, Plinio, Hipócrates, Solino, etc.) Y las causas se repiten en todas las obras.
Entre las causas biológicas nos hallamos con que el defecto, la corrupción u cualidades del semen puede afectar a la hora de originar una criatura y que podía dar como resultado un monstruo. El exceso de semen, por ejemplo, podía dar lugar a un niño con un miembro muy grande, un brazo o una oreja o una cabeza. El hecho de que el semen fuera imperfecto hacía que la criatura fuera también imperfecta. Así como los húmeros corrompidos de la madre. También la descomposición del útero, la angustia de la matriz genera monstruosidades. La cópula ilegítima de diversas especies (hombre-vaca) o la copula en tiempos de monstruos, también podía ser posibles causas.

Entre las causas variopintas, nos hallamos con el hecho de que demasiada lujuria en la cópula podía dar lugar a monstruos – no debemos olvidar que en aquella época el fin último del sexo es la procreación y no el placer-. La imaginación será fundamental en las causas de las monstruosidades. Lo veremos mejor con un caso:

“ En lobayna, que hallándose una muger preñada, con el vientre muy crecido y que según la quenta avia de ser por Epiphania el parto, le dixeron pordonarie algunas personas, que pariría los Reyes Magos, porque la grandeza del viente, y el tiempo, suscito dicha especie: a lo qual ella respodio, que en buena hora seria: con la qual imaginación paraece se suscito el apetito, y el sucesso fue bien conforme a el, que pario tres niños, y el uno moreno” (Fuentelapeña :”El ente Dilucidado”).

La imaginación no era algo para tomarse a juego, grandes autores la tenían muy en cuenta: Aristóteles, Avicena o San Agustín. La fuerza de la imaginación, además, no duraba solo durante el tiempo de concebir, sino también, durante el tiempo del embarazo.

Otra de las causas variopintas serán los astros. Estos afectaran mucho a las mujeres embarazadas. Alberto Magno lo tendrá en gran consideración, al contrario que Paulo Zacchias, cirujano del siglo XVII.

Por último, el nacimiento de monstruos son avisos o castigos de Dios, como la historia de un hombre que los días de fiesta sagrada las pasaba cazando y le nació un hijo con cabeza de perro. También son presagios de guerras o herejías, como el caso de los monstruos nacidos en Europa que presagiaron la llegada de Lujero, hereje por excelencia. También confirman la fe y muestran la omnipresencia de Dios.
Cada causa generará un tipo de monstruo, cuya clasificación explicaré en la siguiente entrada.

Suscinta bibliografía:

Fuentelapeña, Fray Antonio de: El ente dilucidado. Discurso único novísimo que muestra hay en naturaleza animales irracionales invisibles y quales sean, Madrid, Imprenta real, 1676.


Nieremberg, Juan Eusebio: Curiosa y oculta filosofía, Madrid, imprenta de María Fernández, 1649.

Rivilla Bonet y Pueyo: (Desvíos de la naturaleza o tratado del origen de los monstruos, Lima, 1695