18 de abril de 2009

La Vida en alta mar: el viaje.

Una vez en el barco, cada pasajero debía de acomodarse donde podía, el equipaje debía registrarse y pagar un impuesto por cada metal y objeto precioso que se llevara.
Ya instalado en el barco se iniciaba el viaje. El primer tramo (Sevilla-Sanlúcar) era placentero pero luego en el océano Atlántico, el balanceo del barco provocaba mareos y éstos suciedad (vómitos) y malestar. Durante el viaje se soportaba pestilencias, estrechez, etc. A veces el corral para animales. Una vez pasado el mareo llegaba la adaptación a la nueva vida. La nao imponía una nueva organización de la vida diaria. Generalmente los primeros días de viaje era agradable, la comida aún estaba fresca y era abundante. En el desayuno se comía cualquier cosa, el almuerzo era la más importante y la única calientes, se solía hacer a las 11 a.m. Para hacer la comida se hacía un fogón donde se luchaba por conseguir un lado para calentar la comida, lo mejor era tener buenas relaciones. Cuando el viaje se alargaba y los pasajeros eran demasiados para el fogón, las raciones se volvían miserables. En cuanto al tema de las "necesidades" , como es obvio, no había servicio así que lo hacían en el mar.
Generalmente, si la nao tenía una capaciada de 200 toneladas, solía llevar 30 tripulantes y pocos pasajeros. El viaje podía ser duro pero tolerables. Pero si el número de tripulante y pasajeros era igual, el viaje podía ser un engorro y a veces no se podía ni pasear. A pesar de ello había algunas distracciones como por ejemplo, juegos de naipes o se podía leer y hablar. También se podía pescar, escribir y cuando el espacio y el tiempo le permitía se simulaban corridas de toro o se hacía peleas de gallo y representaciones teatrales, e incluso, certámenes poéticos. También tocaban la guitarra y cantaban. Los mejores momentos eran las escalas, donde se podía pasera y coger provisiones.
Las incomodidades, las suciedades y las miserias eran muchísimas. Cuando había tormenta no se encendía el fogón y los pasajeros y la tripulación se tenían que atrincherar en la galera. Dormían con las ropas y las camas se acomodaban donde se podía. Generalmente había chinches, pulgas, piojos, ratones y lirones. También era insoportable el calor. Se solía pasar sed ya que la comida era bastante salada. La ropa no se lavaba y solía haber mal olor.
Algunos de los testigos de la época, como Fray Tomás, diría que viajar en una nao era como estar en "una cárcel muy estrecha y muy fuerte de donde nadie puede huir". Eugenio de Salazar tras un viaje diría: "Oh cuánto mejor parece la tierra desde el mar que el mar desde la tierra". La llegada a América suponía una gran alegría, pues suponía el incio de una nueva vida.

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